El gran anestesista. Primera parte.

La muerte es una experiencia universal. Nadie puede confiar en escapar. Se trata tan sólo de una cuestión de tiempo hasta que nos llega a cada uno de nosotros, y a cada uno de aquellos a quienes amamos. Sin embargo, a la muerte se le llama la Reina de los Terrores, y constituye la amenaza suprema de la ley para los malhechores. ¿Qué es lo que convierte un proceso natural en algo tan terrible? ¿Es el dolor de morir? No, ya que los sedantes podrían eliminarlo. Cuando llega el momento, la mayoría de los lechos de muerte son lugares apacibles, y son pocas las almas que expiran debatiéndose. ¿Qué es, entonces, lo que tememos de la muerte para que nos resulte un motivo de dolor y de miedo?

En primer lugar, nos asusta lo desconocido. Porque durante ese dormir de muerte ¿qué sueños pueden sobrevenirnos cuando nos hayamos liberado de este lastre mortal? En segundo lugar, tememos la separación de aquellos a quienes amamos. Estas son las cosas que hacen que la muerte sea terrible. Qué diferente sería si nos dispusiéramos a traspasar el umbral si nuestras mentes estuvieran tranquilas con respecto a estos dos puntos.

Es notorio que el gran don de los Misterios Griegos a sus iniciados fue el liberarles del miedo a la muerte. Se dice que ningún iniciado tiene jamás miedo a la muerte. ¿Qué es lo que se enseñaba en esos ritos secretos que despojaba a la muerte de sus terrores? En el centro de la Gran Pirámide de Gizeh hay un ataúd de piedra vacío. Los egiptólogos nos dicen que se preparó para un faraón que nunca llegó a ocuparlo. También se ha dicho que era una medida para el trigo. No era ninguna de estas cosas, sino el altar de la Cámara de Iniciación. En él yacía el candidato mientras se enviaba su alma al viaje de la muerte para luego reclamarla, y esto constituía el grado supremo de los Misterios. Después de esa experiencia el iniciado nunca volvía a tener miedo a la muerte. Sabía lo que era.

Para el ser humano que posee este conocimiento, la muerte es como para un hombre rico embarcarse en un crucero. Es educado, sabe a dónde va y accede al viaje consciente de su necesidad y de sus ventajas. Su conocimiento y sus recursos le permiten viajar con confort y seguridad. Puede mantenerse en contacto con sus amigos tanto como lo desee y regresar a ellos cuando quiera. Para él no hay una ruptura final y completa con su tierra natal.

Muy diferente es la situación con el pobre campesino emigrante. Ignorante e indefenso, para él el viaje es una empresa peligrosa y azarosa, y el país adonde llegue puede estar lleno de bestias salvajes o minado de fuegos volcánicos. Su imaginación ignorante se figura todos los terrores concebibles, asociándolos a lo desconocido.

Los antiguos egipcios colocaban en cada ataúd el denominado Libro de los Muertos, el ritual de Osiris en el mundo subterráneo, donde había instrucciones para el alma sobre su viaje a través de los reinos de las sombras. Con mayor acierto podría llamarse el Libro de los Inmortales, ya que el espíritu se ha concebido para que recorra ciertos estadios de ese ciclo de la vida que tiene lugar en lo Invisible.

Representación del juicio de Osiris.

Bueno sería para nosotros si se nos enseñara desde nuestra más tierna infancia a pensar en nuestras vidas como en un bote que sube y baja, encaramado en la cresta de la ola. Ora descendiendo al mundo material a través de las puertas del nacimiento; ora ascendiendo al mundo invisible por las puertas de la muerte, para regresar y retirarse de nuevo siguiendo el ritmo de la marea cíclica de la vida en evolución.

Dion Fortune

La Fraternitas Rosicruciana Antiqua ofrece a sus iniciados la oportunidad de conocer esta realidad y quedar preparados para la vida y para la muerte. Informaciones aquí en nuestra Orden de Templos Operativos.

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