Navidad

Los antecedentes de la Navidad actual habría que situarlos entre los años 320-353 d.C., durante el mandato del papa Julio I, cuando finalmente se determinó celebrarla el 25 de diciembre, a pesar de la creencia de que Jesucristo nació durante la primavera, quizá con la intención de convertir a los paganos romanos en cristianos. Posteriormente, en el año 440 d.C., el papa León Magno estableció esta fecha para la conmemoración de la Natividad y en 529 el emperador Justiniano la declaró oficialmente festividad del Imperio.

La esencia de esta celebración que en occidente se llama “Navidad” es el solsticio de invierno.

Es una jornada en que la que la gente se reunía en torno a las luces y al fuego, generalmente en un claro de los bosques, para conversar y compartir. Era una noche de solidaridad en que se verificaba que todos tuvieran lo necesario para pasar el invierno, ya que la supervivencia de la colectividad dependía de la vida y salud de cada uno de sus miembros. 

En este sentido esencial, te invito a que en medio de la vorágine del consumo, de la comida y de la bebida, tengas unos minutos al menos para reflexionar sobre la paz y la solidaridad. Te sugiero dejar un tiempo en tu mente para pensar cómo mejorar las relaciones humanas con tus seres queridos. 

Es un día, y una noche, en que se acostumbra compartir con la familia consanguínea. Esta familia generalmente es muy valiosa. 

Sin embargo, lo es también la familia espiritual. Aquí no hay genes en común, lo que hay es propósitos, intenciones y voluntades en común. Nos unen nuestros ideales y, en el caso nuestro, la misión de nuestra familia está orientada al servicio, al amor, a educar, a unir, a ser mejores. Es una familia que procura reconocer que somos antes que nada seres espirituales. Que la personalidad es algo temporal y banal, generalmente llena de condicionamientos inadecuados. 

Nuestra familia espiritual es el lugar ideal para practicar y llevar a la realidad el amor y la fraternidad. Es el lugar para perdonar, aceptar y comprender. Es donde podemos reconocer más fácilmente el ser espiritual de cada uno, que forma parte del ser espiritual del otro, porque es de la misma esencia y naturaleza. 

Con la mirada en el espíritu, se pueden superar las diferencias y comprender las virtudes y defectos de cada uno. Se puede reconocer que lo más importante no es compararse con el otro, sino que trabajar consigo mismo para ser mejores, para sentir más amor y más solidaridad. Ahora es el momento de acercarte más a tus hermanos, de alma a alma. Es el momento de fomentar la maravillosa experiencia, el gozo interno, de sentirnos hermanos, más allá de las contingencias y separatividades de la personalidad. Lo que verdaderamente importa es la unidad de ánimo, la unanimidad, la comunión de nuestros espíritus. 

Si no eres capaz de hacerlo en la familia espiritual, ¿cómo serías capaz de realizarlo de verdad en tu familia biológica, en tus amistades o en tus relaciones? 

Mi vida está consagrada a servirte cuando me necesites. Aquí estoy. 

Un abrazo, no de luz, un abrazo de verdad. 

Serval 

Que la Paz prevalezca en la Tierra, que la Paz prevalezca en tus relaciones, que la paz prevalezca en tu alma.

Diciembre 2014

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